Conocí a Luis Panini con La mala hora (http://literaturaexperienciaviva.blogspot.com/2019/09/la-hora-mala-una-novela-de-minutos.html)
y el poder narrativo entre breve y complejo me llevó a buscar otros libros del
autor.
Y el ver en oferta (reconozco que soy caza-ofertas) El
uranista, no lo pensé dos veces. Aunque su historia va más allá de un accidente
y un grupo de vecinos que debaten entre ayudar o no al herido.
En El uranista (2014, Colección Andanzas, TusQuets Editores),
seguimos a “El Viejo”, un personaje mayor que vive solo en un complejo
habitacional, y hace su vida en los alrededores cercanos: un supermercado, la
plaza, el banco. Aficionado a los rompecabezas, callado y un poco cascarrabias,
El Viejo es ilustrador a mano en una publicación, trabaja medio tiempo y tiene
un delirio de persecución que se acrecenta todos los días: se siente atraído
sexualmente por otros varones, pero mucho más jóvenes que él. De hecho, púberes
o recién entrados a la juventud.
Esta afición lo hace buscar determinadas imágenes en los
rompecabezas, ayudar a chicos necesitados de algo de dinero (aunque reduzca su presupuesto
semanal) para divertirse o ser extremadamente amable con un nuevo compañero en
la oficina.
Narrada en cuatro días, El Viejo buscará un rompecabezas
determinado con tiene diversos elementos y un niño desnudo –lo que lo hace para
él extremadamente valioso- mas evidenciará ante la vendedora su gusto. Sin embargo,
el día que decide ir por el siente a una figura extraña que parece espiarlo…
que aparentemente compra su preciado deseo.
En su edificio aparece una mano cercenada, y ello deriva en
una investigación policial, y al platicar con el viejo detectan a un joven
vecino al que solicita una reparación de un aparato doméstico. Esto también lo
pondrá nervioso, pues ha visto a una figura misteriosa en los alrededores.
Entre el cambio de servicio en la lavadora del edificio y su
nerviosismo, el viejo termina invitando a un joven a bañarse en su
departamento, y sus vestigios en el baño serán preciados.
Igual el lunes que va a trabajar –y que presiente es de los
últimos días, porque ya no hay restiradores de dibujo sino aparatos
computacionales para ilustrar- con la ropa menos apestosa, entra un joven
recién graduado con el cual es amable, y después de una comida y naturalmente
ir al baño, también entrará para buscar otros valiosos tesoros.
Estos pequeños detalles nos hacen conocer a El Viejo, cuya
afición por ver, por casi recordar fotográficamente algunos momentos o
situaciones de sus personas favoritas, lo hacen gozar y desear, pero a la vez
vivir con el temor de ser descubierto.
Refunfuñón cuando algo no sale como quiere, cuidando el poco
dinero que tiene y satisfaciendo sus deseos, este personaje es capaz de
emocionarse hasta la excitación, y de tener “accidentes” presa del placer.
Una novela breve escrita con maestría, que invita a ver
actitudes de un vicio, más allá de un simple deseo. Con un lenguaje llano, descripciones
que nos hacen ver de otra manera los límites del deseo, el texto de Panini
retrata una perversión que yace detrás de una cara amable o del infinito placer
carnal.
Para disfrutar una historia diferente, cruda, de una
actualidad apabullante. Cosas que no siempre se dicen -muchas de ellas tabú-, pero que la literatura
nos permite explorar.
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