viernes, 26 de febrero de 2010

Lo que el viento no se llevó...

El viento y toda su fuerza no han podido borrar de la mente de los lectores (y habría que decir tampoco de los cinéfilos) una joya de la literatura norteamericana: Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1936)

El texto plantea todo el esplendor material y la forma de vida de los habitantes del Sur de Estados Unidos de América antes de la Guerra de Secesión, y la tremenda transformación que sufre este mundo con la guerre y posterior derrota frente al ejército del Norte.

Dicho periodo de la historia norteamericana ha sido socorrido en diversos textos y adaptaciones multimedia, pero el texto de Margaret Mitchell presenta una forma singular de la guerra: la vida tormentosa de Scarlett O'Hara y la experiencia de ver cómo su mundo de desmonora de pronto.

Durante el texto, además del detalle histórico de la vida campirana y agrícola, el trato de los esclavos, las situaciones de guerra, la decandencia, la locura y el azar que todo lo transforma, nos presenta una triángulo amoroso sin igual: Scarlett queda atrapada entre el amor del siempre tranquilo y fiel Ashley Wilkes y el indomable jugador Rhett Butler... y nó sólo eso, sino proyecta cómo Scarlett hará todo para recuperar su mundo, incluso casarse dos veces, aunque uno de ellos sea el amor de una de sus hermanas.

En este mundo de amor y de voluntad, las más bajas pasiones y los más grandes momentos de solidaridad se vislumbran, sin perder la entrega que hacemos a nuestros semejantes. Así, el orgullo del Sur es prácticamente aplastado por la fuerza del Norte, pero queda en evidencia que puede haber maldad extrema y bondad hasta sus últimas consecuencias.

La novela de Mitchell contiene más de 20 años de historia, y fue "excelentemente cortada" en la versión cinematográfica dirigida por Víctor Fleming en 1939. Arrasó con 10 Óscares, derrotando en el camino a la famosísima El mago de Oz, dirigida curiosamente por el mismo personaje.

Claro, el filme de unas 4 horas recorta más de la mitad del libro, pero logra transmitir con sus escenarios, música y actuaciones de antología el verdadero sentir de la novela. Pero no pensaré en eso hoy, al cabo, mañana es otro día.

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