jueves, 18 de febrero de 2010

El "Prometeo moderno" continua siendo "moderno"

Cuenta la anécdota que por ahí de 1816, huyendo de uno de los brotes de la peste y resguardados en una villa en medio de una tormenta, un grupo de amigos entre los que se encontraban Percy Bysshe Shelley, Lord Byron y Mary Wollstonecraft Shelley, decidieron crear "historias de miedo y horror" que lograran impactar a los más escépticos.

Ahí nació el argumento básico de Frankenstein (1818), la historia de un científico que, motivado por dar luz a una nueva raza superior de hombres, logra dar vida a la materia inerte.

Y es que entre lo gótico y lo romántico, la novela explora la motivación del científico, el conflicto de éste frente a su creación y el desarrollo mental de la "creatura", un ser que desesperadamente busca a su "creador", se afana por ser aceptado y se enfrenta al rechazo social por su aspecto. Y es tal la insignificancia de este ser, que ni siquiera tiene nombre... contra todo lo contrario que se ha dicho: Frankenstein es el doctor que da vida; la Creatura es el ser que busca primero aprender el lenguaje y después consumar su más grande venganza.

Desarrollada en una época de afán científico y oscurantismo, los personajes van a resultar retratos románticos, con las amplias descripciones de Ginebra y sus alrededor, así como el elemento del amor, la amistad y la aceptación como piezas clave.

La autora Mary W. Shelley, retrata en cierta forma aspectos que sus propias vivencias, pero sin duda, logró darle vida a un personaje que ha trascendido las décadas para afianzarse en la cultura popular. De esta forma, han sido cientos de adaptaciones en cine, televisión, narrativa, cómic y demás. Junto con Drácula, son tal vez dos de los personajes más trascendentes del romanticismo. ¿Por qué? Simplemente por retrarar en ellos, aunque suene paradógico, parte de la esencia del hombre.
De ahí su trascendencia. Originalmente, la novela tiene el subtítulo de "El Prometeo moderno", haciendo referencia al mito del dios griego que roba el fuego (símbolo de la inteligencia) y se lo ofrece al hombre. De tal forma, que el deseo de manipular la vida, y en sí "jugar" a ser un dios todopoderoso, continua vigente en nuestros días... y tal vez, en estos días este deseo está más vigente que nunca.

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