Y es que en Salón de belleza (1994, 1999), ésta se planea en su más aguerrida forma: tal vez como el simple reconocimiento de la vida, frente al rechazo y los esteoripos sociales... la ignorancia, la violencia silenciosa, la falta de acción, todo se conjuga para transformar este espacio de vanidad en uno de muerte y resignación.
En medio de esto, Mario Bellatin da, precisamente y casi sin quererlo, una propuesta de esperanza y solidaridad en medio de la carga negativa que rodea al personaje.
Con un lenguaje fluido, uno busca en sus diálogos y descripciones el significado de sus metáforas o analogías, en la representación de un espacio escaso que a la vez parece infinito donde conviven pocos personajes y una voz narrativa personalizada que logra envolverte.
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